Por qué escoger un vino es tan difícil

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Escoger un buen vino no sólo debe obedecer a sus rasgos inconfundibles. Incluso el momento en que lo tomaremos puede afectar a su percepción. Y es que disfrutar de “la hija de la viña”, como escribía el poeta iraní Abū Nuwās, no acepta pautas ni guías. Pero siempre es buen momento entregarse a su delicadeza sensorial.

Gozar del momento con “la hija de la viña”

Incluso el controvertido poeta árabe del siglo VIII, Abū Nuwāsendiosó su exquisitez en su poemario Cantar al vino, no sin recibir de vez en cuando amenazas de pena de muerte que su carácter bufonesco ayudó a diluir por gracia y compasión. Pero la realidad es que poco tiene que ver el vino que consumió en su momento el poeta iraní con un Vivanco crianza o un vino de Rioja de la calidad que ofrecen hoy nuestras bodegas.

Bajo la premisa de gozar del momento con “la hija de la viña”, que citaba alegre Nuwās, el vino no fue nunca una bebida, sino una liturgia. Un rito mediante el que nuestro paladar saborea la magia con la que un trabajo preciso y concienzudo en la viña y la bodega puede convertir un racimo de uvas en un espectáculo sensitivo. Tanto solo como en clave de maridaje, una bebida que es tanto social como introspectiva.

¿Por qué nos gusta el vino?

Por lo general, el vino gusta por su aroma de sabor especial en el paladar, como por su vínculo genial con ciertos platos sobre las papilas. En conjunto, una sinfonía aromática y deliciosa cuya delicadeza, si sabemos escoger, pasea de puntillas por todos nuestros sentidos en un suave éxtasis sensorial. Y, además, ostentando una extensa variedad que se adapta a cualquier catador si acertamos con el vino que precisa.

Según los expertos, la verdad es que los componentes de la uva son los que otorgan al vino su sabor inconfundible. Precisamente, ya que cubren tres de los cinco sabores principales. A saber, los sabores amargo, dulce y ácido. Una combinación que logra proporcionar ciertos matices característicos que, por la parte del aroma, nos brindan información sobre la variedad de uva y, por el bouquet, su proceso de maduración.

Remarcando la importancia de la variedad de la uva, basta con apreciar algunas de las diferencias entre vinos. Mientras el vino tinto coquetea con la dulzura y la amargura, sobre todo a causa de su relación frutal con los arándanos o incluso las cerezas, es otra la experiencia de su hermano albino. Y es que el vino blanco recoge esencias más cítricas y ácidas, como por ejemplo la manzana e incluso el limón.

Cada vino tiene su momento

Dada su complejidad tanto en aroma como en sabor, no es extraño concebir que no existe un vino para cada ocasión, pero sí una ocasión para cada vino. Así, y del mismo modo que el vino blanco se vincula al pescado y al marisco y el tinto a la carne roja, la experiencia que evoca un vino debe casar con la situación dada. Incluso la exigencia del clima, ya que, y en especial en verano, el vino blanco refresca más que el tinto.

Asimismo, el vino de mayor calidad debe reservarse para ocasiones muy concretas. Además de haber costado un dinero, el contexto en el que catamos un vino por primera vez puede afectar a su percepción. Es decir, debemos tomarlo con conciencia sobre el acto de hacerlo. Aspirando profundamente y asimilando su sabor, para de verdad entender su grado de sofisticación y adecuación para con el momento oportuno.

Cómo escoger el vino que pide la ocasión

Al fin y al cabo, todo es cosa de preferencia y acabaremos por escoger el vino que más nos guste independientemente de la situación. Sin embargo, vendimias como el Rioja rosado Ramón Bilbao de 2015, a base de garnacha y con notas frescas y afrutadas hacia una dulzura cítrica, no precisa el momento que sí exige un Marqués de Cáceres Gaudium. De Tempranillo y Graciano envejecido más de un año en barricas de roble.

Dejando de lado la gran distancia entre sus precios —de apenas unos 8€ a más de 45€, respectivamente—, elegir por sabor, añada o madurez es un buen criterio si nuestra intención es la de acompañar una comida o cena. Sin embargo, para una velada, el vino elegido dependerá en gran medida de la intención, el clima y el ambiente del evento. Ya que, concentrándonos poco en el vino, su acierto dependerá de algo ajeno al sabor.

En cualquier caso, trazar una pauta de elección de vinos puede ser ambiguo. Sobre todo, ya que, nuevamente, nuestras preferencias personales también interfieren —y han de hacerlo— en la decisión final. No pasa nada si preferimos un vino que otros no valoran tanto o escogemos una botella exclusiva que el resto no sabe apreciar. Cuando se trata de vino, todos tienen cabida y aceptación.

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