Poco podía imaginar Víctor Palmero que subir al escenario para encarnar la búsqueda de la identidad de un joven en Johnny Chico se iba a convertir en la herramienta para descubrirse como intérprete. El actor de Onda, popular por sus papeles en series televisivas como La que se avecina, decidió poner en pie este espectáculo que ha sido escogido como uno de los mejores de 2021 por la prensa especializada. Y, a petición popular, del 20 al 30 de enero vuelve a Sala Russafa con esta pieza escrita por Stephen House, una oda ‘fuckgender’ que agotó las localidades a su paso por el centro cultural valenciano, hace justo un año, y que recibió el galardón al Espectáculo Revelación en sus Premios del Público.
“Han pasado tantas cosas que parece un sueño, uno buscado y cumplido”, reconoce Palmero. Gracias a las críticas recibidas cuando presentaron el espectáculo en València y, previamente, en Zaragoza, se abrieron las puertas para llevarlo a Madrid. “Empezamos en la sala pequeña del Teatro Lara y fue tan bien que nos subieron a la grande. Al final nos mantuvimos en cartel durante 40 semanas, con una respuesta increíble por parte de los espectadores y de la propia profesión”, comenta, todavía impresionado, ya que fue él quien puso en marcha el proyecto hace un par de años, cuando descubrió el libreto de House, un autor australiano, mientras pasaba unos días de vacaciones en Nueva York.
“Al ponerme en contacto con él para explicarle que quería montar el espectáculo, me preguntó si no prefería algo más reciente porque la obra es de los años 90. Pero le dije que esta historia es totalmente actual”, afirma Palmero en referencia al aumento de los crímenes de odio, recordando la muerte este verano de Samuel Luiz por una agresión homófoba o, hace apenas unos días, el suicidio de Nieves, una joven de 20 años acosada por ser lesbiana.
Johnny Chico muestra el viaje de un joven marginal de un pequeño pueblo a la gran ciudad. Un tránsito en el que va descubriendo que lo que siente por su mejor amigo, quien le lleva a dar palizas a homosexuales, es algo más que amistad. El progresivo descubrimiento de los sentimientos que alberga en su interior hará que entre en conflicto su aspecto de ‘chico malo’ con su identidad personal y sexual. Todo ello mientras sufre la violencia de una sociedad que le aparta, que no le comprende, que no le ofrece oportunidades.
“Lo que le va ocurriendo a Johnny es duro. Ésta no es una obra complaciente, aunque tiene momentos cómicos, toques de ternura… El público entra de lleno porque se emociona. Se identifica con ese chaval que solo busca amor porque, de alguna manera, todos ansiamos ser queridos”, explica Palmero sobre el fenómeno ‘boca-oreja’ que lleva a los espectadores a recomendar la obra, convirtiéndola en un éxito.
Proyecciones de mapping y un cuidado espacio sonoro, junto al trabajo cromático y de iluminación, ayudan a la escenografía para crear los diferentes ambientes en que se va moviendo el protagonista durante su evolución vital y emocional. Palmero da rienda a una capacidad interpretativa con la que se transforma hasta en 10 personajes diferentes a lo largo de la función. En una misma escena, da vida a Johnny y a las personas que interactúan con él, desde una trabajadora social a una psicóloga o alguien con quien simplemente se cruza en una calle. Un trabajo que le llevó a ser candidato a los Premios Max de 2021 en la categoría de mejor actor y para el que ha sido crucial la dirección de Eduard Costa.
A la hora de poner en pie el espectáculo, Palmero buscó a dos personas de su máxima confianza, el productor Coque Serrano y el director de escena Eduard Costa, fundadores de la compañía valenciana Moriarty&Holmes. Con ambos le une una amistad de años, que se remonta a su adolescencia, cuando Costa fue su primer profesor de interpretación en la Escuela de Teatro de Onda. Décadas más tarde, juntos han logrado dar la campanada en la cartelera madrileña con un espectáculo que demuestra el potencial del talento valenciano y que pronto viajará a Ondara y Bellreguard, en su gira por la Comunitat, para salir después a otras autonomías, como Cataluña, Asturias o Aragón.
Para la compañía, esta pieza no solo es un alegato contra la LGTBI fobia, sino que reivindica la capacidad de todo ser humano de ser libre y de sentirse en paz con uno mismo. “Algunos espectadores nos han contado cómo les ha ayudado verla. Si el teatro puede contribuir a la aceptación social de la diversidad sexual, este tipo de obras es ahora más necesario que nunca”, sostiene Palmero, para quien el patio de butacas es el lugar perfecto, en estos tiempos, para viajar, sentir, vivir experiencias y emociones a través de los personajes y las historias. Historias tan crudas y sensibles, tan reales y conmovedoras como la de Johnny Chico.